miércoles, 13 de abril de 2011

UNA AVENTURA EN EL HOSPITAL METROPOLITANO

El hospital Metropolitano  “Dr. Bernardo Sepúlveda” se encuentra en San Nicolás de los Garza, Nuevo León, sobre la avenida López Mateos. Entre sus principales servicios están la cirugía general, traumatología, pediatría, ginecología, laboratorio y rayos X.

El hospital alberga también el servicio del seguro popular, programa del gobierno federal para ayudar aquellas personas que no cuentan con IMSS o ISSSTE.

Pero como el hospital trabaja  también en conjunto con estas organizaciones, el servicio es muy parecido al que ofrecen las mismas organizaciones gubernamentales, donde el personal olvida que está dando un servicio, y se limita a jugar con el celular mientras el paciente se queja del servicio.

Cabe aclarar que los doctores son los únicos que parecen dar el trato humano que los pacientes se merecen.

Si bien cada persona tiene el derecho de vestirse y arreglarse como mejor le parezca, no es la mejor imagen –y mucho menos en un hospital- donde los enfermeros se pueden ver llenos de piercings en la cara y aretes. ¿Acaso no están brindando un servicio? Hasta en las tiendas departamentales se les pide un arreglo básico para mostrarse ante los clientes. Aunque, como las personas que asisten no pueden pagar un servicio y tienen que recurrir a estos hospitales, pareciera que también tienen que soportar esto.

Tuve oportunidad de darme cuenta de la arrogancia de los encargados en el departamento de rayos X de este hospital.

Un hombre de estatura media y de unos 45 años de edad, aproximadamente, se acercó a la ventanilla donde se piden citas y recogen resultados. Se mostraba amable y sonreía de vez en cuando. Preguntó por unos análisis de su madre, pero no traía el nombre del estudio que le iban hacer. Una señora de cabello “rubio” (pues tenía varios tonos en la cabeza difíciles de distinguir) le dijo que no podían buscar los estudios sin saber cuales eran.

¿Es que no pueden rastrear los estudios con el nombre del paciente? Hasta en los supermercados tienen bases de datos donde ponen una referencia del producto (marca, proveedor, nombre de la mercancía) y enseguida aparecen los datos relacionados a él. ¿Acaso una tienda es más moderna que un hospital?

-Ya le dije que no se puede hacer nada –insistía la señora, esta vez alzando la voz como para que todos la escucháramos.- Vaya a buscar el papel y ya con eso le damos los resultados.
-Pero mi mamá es de Allende –contestó el señor, tratando de calmarse- ¿Cómo espera que vaya hasta allá y traiga un papel? La han traído dando vueltas una y otra vez, le hicieron estudios a los que le pidieron estar en ayunas varios días, ya está grande de edad, tengo trabajo qué hacer. ¿Y me dice que necesita un papel para dar con los resultados?
-Si quiere, si no pues hágale como pueda.
-¿Puedo hablar con alguien más?

La mujer se levantó y fue a la parte de atrás, del que vino un hombre de tez morena, cabello corto y lentes. A simple vista, no era más que un enfermero más.


El hombre volvió a contar lo sucedido. El enfermero preguntó de qué estaba enferma la paciente y que más le habían pedido. Aseveró que él “no está estudiado” (sic) y que no conoce  términos médicos, y por eso no sabía el nombre de los exámenes.  Dijo que tenía que ver algo con rayos X, quizá un eco, no lo sabía. El enfermero hacía como que escuchaba, pues se le veía su cara de fastidio. Se limitó a decirle que iban hacer lo posible por buscarlo.

Mientras “buscaban” los estudios, algunos pacientes del hospital hacían comentarios de lo grosera que se había portado esta empleada. Parecía que todos estaban de acuerdo que la actitud de la mujer había sido errónea.

De pronto, la mujer regresó con los estudios en mano junto a la mujer, quién prácticamente le aventó los papeles.

-¿Por qué me los avienta? –preguntó el hombre.
-Mire señor, si tiene una queja, vaya a ponerla con el director.

El supuesto enfermero se quedó junto al hombre, y este volvió a lanzar una queja:

-A ustedes les falta voluntad de servicio.
-Estos son estudios especiales (¿en realidad hay un estudio que se llame de forma tan vaga?) –Dijo el enfermero y, enseguida, hizo ademanes a las personas que estaban en la sala de espera-  y aquí TODOS (en mayúscula porque así lo hizo notar él) le oyeron decir que era un eco.
-Ya le dije que yo no sé de términos médicos… a ustedes les falta mucha actitud de servicio…

Supongo que el enfermero se dio cuenta de la mirada inquisitiva que le arrojé, pues enseguida volvió hacia dentro de los consultorios.

¿Por qué este enfermero se dio la libertad de mostrarle al público que el señor había quedado como un estúpido? ¿Qué le da el derecho de sentirse más importante que el paciente?  Probablemente se deba, como asevera la autora del libro “Ensayo sobre la eutanasia” al miedo que tiene el individuo a verse como el paciente, pues éste le recuerda lo vulnerable que es, que el también podría estar enfermo y que alguna día morirá igual que el enfermo que tiene frente a él.

En consultorios ajenos al gobierno jamás he visto esta clase de servicio. Ahí el paciente paga por un servicio y recibe el trato que se merece.  ¿Por qué? Por que el doctor necesita clientes, por eso los escucha, habla con ellos, les da esperanza cuando la hay y hace lo necesario para curarlo.  El paciente regresa porque lo tratan bien.

Y aunque los trabajadores asalariados pagan la cuota del IMSS o ISSSTE, como se puede comprobar en recibos de nómina, estos siguen recibiendo su dinero, aunque menos personas vayan a consultar.

Definitivamente, el Hospital Metropolitano y otros centros de salud no deberían dejar que su reputación se vea manchada por la actitud de algunos de sus empleados. Por lo pronto, esta queja tratará de llegar lo más lejos posible, quizá al director, tal como mencionó esta señora que se podía hacer; no con la intención de desprestigiar al Hospital, sino para presionar a que mejore la actitud de servicio de algunos de sus empleados.

¿Ha tenido disgustos en centros de salud?