El pasado 11 de marzo, un sismo de 8.9 grados en la escala de Richter azotó Japón. Sin embargo, la nota ya no la están dando el tsunami que le siguió, ni la lista de muertos y desparecidos, sino el desastre nuclear que tiene al mundo entero a la expectativa.
Fue en la ciudad de Fukushima donde su planta sufrió varias explosiones e incendios, y los efectos de la radiactividad ya están causando estragos: se han detectado alimentos contaminados radiactivos cerca de la ciudad mencionada.
La ingesta de alimentos contaminados provoca, principalmente, daño directo en el ADN, teniendo como consecuencia la aparición del cáncer en cualquiera de sus manifestaciones, o malformaciones genéticas en las generaciones siguientes.
Luego, el 17 de marzo publican en la página de “Milenio” un gráfico animado de la radiación llegando a las costas de Estados Unidos y, naturalmente, a México también. Pese a que las radiaciones son mínimas, creo que la información que se está vertiendo provoca la paranoia no solo de los habitantes de Japón, sino del mundo entero.
Hace tiempo, Noé Villegas mencionaba respecto a la energía nuclear que “ahora, lo que dudo mucho es que pese a haber algún accidente, los gobiernos accedan a dejar de utilizar ese tipo de tecnología”.
Sin duda, la energía nuclear será la que rija el rumbo de la humanidad. Es destructiva, pero a la vez mueve –o moverá- la mayoría de las cosas, como fuente de energía.
¿En realidad los gobiernos están listos para manejar la energía nuclear con responsabilidad? Al parecer en medio oriente no, pues se dio a conocer que los permisos fueron falsificados.
Tenemos plantas nucleares en México.
¿Cree que en realidad la planta es segura?